Es mi lugar favorito no por lo que es sino por lo que fue, el sitio en el que mi padre solía encontrar libros en español en improvisadas librerías de vendedores ambulantes. Allí, entre un área que hablaba de miseria, él encontró tesoros y la luz para considerar viajar a un país hispanohablante en un futuro no muy lejano a esos días.

En mi primera expedición por los sitios turísticos de 서울 teníamos los pies adoloridos de tanto caminar en el que se suponía sería un refrescante día de Otoño, pero que aún era parte del cálido Verano, cuando como un oasis apareció lo que hoy es esa área de recreación con puentes, agua cristalina, cascadas y murales. Mi padre se hizo niño, sin dudarlo se quitó los zapatos sumergiendo los pies en la suave corriente y mi hija copió sus andanzas. Y así, la vida me mostró cómo se cierra un ciclo. Muchos años atrás allí mismo un hombre con sueño caminó y ese día el sueño de ese hombre y la historia que creó regresó con él.

Y ese momento entendí que dependía de mí crear mi relación con el país de mi padre, con mis raíces, con mi presente, mi futuro y cómo puedo ser la conexión con un país que estoy aprendiendo a sentir mío cuando él ya no esté para reclamar su origen.